Hoy es más difícil ver el sol. Hoy no se puede buscar en el cielo, ni se puede sentir como ayer en las gotas de sudor que resbalan espalda abajo. Hoy el sol hay que buscarlo en recuerdos de playas griegas de luz infinita. No espera, hay un sol más antiguo, que calienta más, que es más de verdad. Un sol que se encuentra en recuerdos de playas más acotadas pero más familiares, de bañador húmedo mientras comes paella en el chiringuito; de sandalias de goma y una calcomanía de un tigre en naranja chillón technicolor en el tobillo. Hoy el sol tengo que ir a buscarlo a 1985, cuando tenía que levantar la cabeza, llena de rizos negros siempre descuidados para mirar a un mundo de mayores, en el que yo era un recién llegado.
También se levanta el sol entre los recuerdos del último fin de semana en Granada, del último domingo con Jens. El sol sale en la sonrisa de chicos italianos que leen a Clarín y hablan despacio, despacio…
Al final el día no era tan feo, ni el sol estaba tan escondido.
También se levanta el sol entre los recuerdos del último fin de semana en Granada, del último domingo con Jens. El sol sale en la sonrisa de chicos italianos que leen a Clarín y hablan despacio, despacio…
Al final el día no era tan feo, ni el sol estaba tan escondido.