
¡Qué razón tienes!
Cuando sabes lo que quieres te pones a hacer planes sin darte cuenta, porque es un instinto, porque en cuento encuentras el fin ves que estabas rodeado de medios. Pero esos medios, qué obvio me parece ahora, sólo pueden configurarse en un plan cuando hay un fin, cuando se sabe lo que se quiere.
Yo hoy quería comer pato; una idea sencilla y bien formulada. Las compras quedan canceladas, derecha e izquierda dejan de ser alternativas y se convierten en rumbo fijo. Unos minutos después el milagro se ha obrado, empujo la puerta de uno de esos locales cochambrosos del Chinatown de Londres, donde los patos asados cuelgan en la ventana. Estaba rico, muy rico, en parte, porque es justo lo que quería. Saber lo que se quiere no es una solución a nada, no desenmaraña el ovillo, pero te da una punta, un cabo del que tirar. Y tirando se llega a saber lo que se siente, lo que se anhela, lo que se extraña, lo que harás mañana, lo que quieres escribir, lo que es.