domingo, 3 de mayo de 2009

Días de furia

Si llegara la revolución y quedara sin nada, si tuviera que dormir en una chabola de planchas de uralita, si ni tan siquiera fuera mía, que hubiera de compartirla y dormir en una esquina, en el suelo, arrebujada en una manta piojosa, sin trabajo, sin dinero, sin lujo alguno, aún podría cavar un rodalillo en el descampado con una piedra picuda, recoger agua en algún arroyo y florecería mi jardín. Y mientras buscase la piedra, o quizá un trozo de chatarra y el arroyo, o un charco de las últimas lluvias si las hubo, podría cantar y recordar cómo suena Brahms, aún sin tocadiscos, sin electricidad, sin dinero, sin tener dónde caerme muerta. Y en las noches de verano, cuando pudiera sentarme frente a mi puerta y a mis flores silvestres seguiría pensando y podría escribir poemas, aún sin tinta, aún sin papel.