martes, 23 de mayo de 2006

Puenting

En un puente sobre el Tamesis pensaba si sera cierto que hay un camino de vuelta, y si puede ser que yo sea de los que estan ya de vuelta. Porque con los caminos pasa eso, que uno nunca esta del todo seguro de ir en la direccion correcta y no te lo planteas hasta que empiezan a fallar las fuerzas y no has llegado a ninguna parte.
Pero el caso es que ahora estoy convencido de que no; no de que no pueda estar perdido, sino de que no hay camino de vuelta. Porque quiza no te volveran a sorprender la altura de un edificio, las cabezas con crestas de colores, o que un tren salga de A y llegue a B. Pero veras un cuadro que conoces en una sala pequeña de un museo que no tenias pensado visitar; y te traera recuerdos encadenados, tan encadenados que acabaras sonriendo sin quererlo. O le pegaras un bocado a un pudding de chocolate preguntandote como puede estar tan rico y como le habran metido esa crema tan dulce justo en el centro. O simplemente un violin sonando en Picadilly te pondra ojos mojados y le pondra musica al resto del dia, al resto del camino.

miércoles, 17 de mayo de 2006

echándonos de menos

Mira que tengo cosas que decir, mira que me pasan cosas al cabo del día, desde que me levanto a las siete, o siete y cuarto, o siete y media y achicharro las tostadas y me tiro a la calle sin peinar y poniéndome un zapato por las escaleras, hasta que llego a casa por las tardes, después de haber luchado a brazo partido por un asiento en el, tren, haberme comido un Schnitzel con sabe dios qué le pondrán a las salsonas ésas, haber hablado con un montón de personas (incluido mi jefe) sin haber entendido más allá del sesenta por ciento de lo que dicen y haber olvidado la mitad de lo que conseguí traducir y haberme resistido como una tiarrona a todas las guarrerías que venden en los puestecillos de la calle. Muchas muchas cosas me pasan, y luego llego aquí y soy incapaz de contároslas, porque lo que me apetece no es llamaros, ni escribirlas, ni nada de eso, me apetece que llaméis al timbre y os sentéis en los sofacillos azules, y os quedéis a dormir y hagamos una fiesta de pijamas. Os venís?

miércoles, 3 de mayo de 2006

tiempo de bodas

Por insólito que parezca existen especímenes extraños que deciden hacerse novios. Novias de engendros como mi compañero de viaje de anoche. Personas sin escrúpulos que arrugan una bolsa de plástico blanca haciendo un ruido espantoso durante más de 6 horas seguidas. Aparte de comunicarse por el móvil, creyendo tener un walkie-talkie; de gritar carcajadas en mi oido cada vez que la película lo merecía; abrir las piernas hasta ocupar buena parte de mi asiento y el suyo más que de sobra...me sorprende que un personaje así tenga una novia a la que llamar una docena de veces durante el trayecto y decirle "cariño". Supongo que será la envidia, pero sólo de pensar en esa barriga blanda, formando dos o tres vueltas, según si el ángulo en el que se siente es más obtuso o agudo; en esos pelos pinchudos saliendo por la nariz sin unas malas tijeras que los corten; y en esas gotas de sudor brillante que ,puede, fueran las responsables de ese hedor como a pies y cebolla...al final terminarán casándose, hasta con hijos guapos. Pero las historias de novios de autobús no sólo son tan bonitas como ésta. Aquella pareja sentada sobre sus mochilas, apoyada sobre la pared mugrosa de méndez álvaro, se parecían tanto a dos periquitos en una rama de la selva amazónica, con sus chándales de colores chillones y sin despegar los morritos...Aparte están esos que no sabes cuál es el que se marcha, y apuestas por uno, el que ves más triste, el que se aferra al otro; unas veces ganas, y sí, era ella quien acababa subiendo esos 3 ó 4 escalones, quien buscaba el nº del asiento, la que se despedía con la mano y con la otra apartaba las lágrimas.
La verdad es que los novios me encantan. Me encanta verlos en sus disfraces blancos y negros, con el velo, la pajarita, los gemelos y el ramo. Paso por los escaparates de sueños y cada vez me gustan los trajes más blancos y virginales, con más encajes y escotes, los que tienen más capas y más pedrería. Y para ellos, ya me parecen graciosos hasta los que van de plateado, que no se diga. Y es que no hay nada como una boda, propia o ajena, en la que te puedas disfrazar a gusto y con el beneplácito social, en la que te hartes de comer y beber en un hotel de carretera y te toque la orquesta "antílope" una de esas versiones de paquito chocolatero tan apreciadas por el público.
Señores, señoras, es tiempo de bodas, váyanse buscando traje...¡de lo que sea!