miércoles, 31 de diciembre de 2008

13 + 1 = 14

Una historia más y el 2008 habrá sido más próspero (como todo el mundo me auguraba hace un año en sus christmas) que el 2007. No importa mucho lo que cuente, porque mi intención es sólo hacer de trece catorce.
Hoy es nochevieja, lo sé porque el tren que tenía que llevarme al trabajo no ha pasado. Tiene gracia, siempre que miro los horarios y veo ese simbolillo extraño tengo que ir a la leyenda para ver qué me quieren decir; y siempre pienso los mismo: -¡ah, ya! que no pasa el ni 24 ni el 31 de Diciembre, ¿a quién le puede importar eso en pleno mes de Mayo?, alemanes...
Nunca pensé que ese simbolillo fuese a tener nada que ver conmigo, y ya ves. Me toca trabajar. Esto no se parece en nada a un día de nochevieja. Debería estar dando un vuelta con mi amiga Raquel o mi amigo Puche por Graná, pensando en que tengo que hacerle a mi madre el mandao que me pidió al salir de casa, antes de que me cierren las tiendas. Seguramente dando esa vuelta pasaríamos por delante de algún sitio donde vendiesen pelucas, gorros o serpentina en bote de la que se te pega en el pelo y compraríamos algo para reirnos un rato luego. Es nuestra aportación a los preparativos. Y, mientras, mis amigos y yo sabemos que alguien, normalmente las madres o algun hermano o cuñada, están preparando, organizando, comprando, cocinando, decorando y, en general, cuidando de que esa noche sea nochevieja. Este año nada de eso me está pasando, este año sé que es nochevieja porque faltaba un tren una estación muy vacía y porque he visto una cifra en rojo en mi Tisch-Querkalender 2008.
Pero me queda una esperanza. Los rumores dicen que un hombre aparecerá por los pasillos tocando una campana antes del mediodía, para recordarnos que todavía estamos a tiempo, que nos marchemos a casa a preparar una nochevieja para alguien o para comprarnos una a nosotros mismos en forma de entrada para una fiesta cotillón. Yo soy hombre de poca fe, así que hoy me he echado en el bolso una campana antes de salir de casa...

viernes, 10 de octubre de 2008

San Pontus

Hoy mientras me sonaba los mocos en la cantina he tenido una revelación. Estaba pensando en cómo hacerme rico como mi amigo Pontus, que es sueco. A los suecos les enseñan en el colegio que se pueden tener ideas propias, y que si das con una buena de verdad, te forras, o salvas al planeta o algo mejor, te haces santo. La santidad de Pontus e imaginármelo con toga de terciopelo rojo y corona de papel albal, me ha llevado a pensar en la Iglesia y en mi educación católica. Y ahí me ha dado el fogonazo, como los que le dan a todos los personajes genios en las pelis de Ron Howard. Lo he visto con claridad meridiana: los pecados capitales son las ideas, las que dan el dinero. Hay que apelar, tentar, provocar en el vulgo un pecado capital a través del templo lleno de mercaderes de la modernidad, osea el Internet, para forrarse. La soberbia es facebook, la pereza es amazon, la lujuria es xtube, la avaricia son las telebids y la envidia, por supuesto, es de GUCCI.
Para la ira no tengo ejemplo, pero seguro que a alguien se le va a ocurrir pronto, porque al paso que vamos y a la velocidad que tragamos, dentro de nada va a valer todo.
Ahora me voy a contarle todo esto a Sarah Palin por teléfono, porque alguien tiene que parar el avance del maligno. Tschuessssssss.

jueves, 18 de septiembre de 2008

los principios

Una amiga muy amiga tiene cuitas de amores, o más que de amores de principios. Y no me refiero a principios morales, que yo soy mucho de moral individualista, se crean menos problemas de esta manera, me parece a mí. Lo que a ella le traen a maltraer son los principios de las cosas del querer, esos días maravillosos, en casos afortunados semanas y en extremos meses, en los que no se piensa en otra cosa que en agradar al ser recién amado, en inventar situaciones propicias, en esperar llamadas, en recoger sonrisas y repartirlas por doquier, en disfrutar, en fin, de esa amalgama de mariposas que le llenan a uno el estómago y provocan una sensación entre placentera o volátil y casi mareante.
Y es que ella es prácticamente una yonqui de los principios, ama y es feliz en la cotidianeidad, en el vivir juntos, en los desayunos de dos, no hay duda de esto, pero no puede resistirse a las promesas de un olor nuevo y excitante, a ese nopuedoestarsintí que sólo se dice cuando aún no se sabe que sí, sí que puedes estar sin ella, a la aventura, al no saber de los primeros besos.
La entiendo aunque no se lo digo mucho, porque no le hace ningún bien, esos días son irreemplazables, y no vuelven, y son un casi sentirse otra vez adolescente y tener quince años más por delante. Son también libres de responsabilidades, porque nadie ha prometido nada, porque aún está todo en juego, todo por decidir. Son misteriosos, cuando aún no sabes bien quién te toma de la cintura ni qué pensará antes de que abra la boca.
En esta línea estaría bien una conclusión, pero realmente, si fuera todo tan sencillo, si en la vida hubiera siempre una respuesta correcta, no habría tantos poemas de amor...

lunes, 8 de septiembre de 2008

No se si fui una polilla o una auténtica guarra


Ante todo quiero que quede claro que pego aquí y ahora este recorte en nombre de Ursula_Palmsprings, que parece tener algunos problemas para acceder al blog, cosa que no me extraña porque con esa vida disoluta que lleva...


... Pues eso, que parece que no, pero cuando te pones el mono de leopardo depués del trabajo te puede pasar casi de todo. Porque la fragilidad, aunque me empeñe en ocultarla bajo capas de vulgaridad e indiferencia, siempre me traiciona. Y porque va una sin cenar y sin na de na, asi que el rollo de mujer fria como el acero, despiadada y destructora en la oficina pero calentona en el bar de turno a la noche, se te va a la mierda. Y ¿por qué?, pues por no cenar; porque cuando me echo un par de rusty nails al cuerpo sin haber comido nada sólido desde el mediodía, podría liarme con una expendedora de tabaco de la Konstablerbache.

Y por ahí van los tiros. Me había tomado un par de copazos con mi amiga del alama, la calva, cuando le dije que el nene con cara de rata pisá me estaba poniendo enferma. No hay cosa que le de más asco a una perraca que ver a otra perraca en acción, sobre todo si tiene cara de rata pisá y le da igual ocho que ochenta. Porque la rata-pisá, aparte de hablar moviendo las manos como Ana Rosa Quintana, le estaba untando amor mantecoso a un indio a su izquierda y a un alemán a su derecha, y algo había empezado simultáneamente con el que acaba de salir del wáter.

La noche era mala. De esas noches que parece que en la puerta del bar hubiese un maromo de biceps gruesos pegándole en la cara a todo el que entra con un bacalao bien tieso y bien de sal. Peste pura.

-Términate éso y vámonos- le dije a la calva con cara de hastío.

- Si, mejor, porque si sigues mirando al niño rata de esas maneras nos vamos a meter en un lío.

- Calva, esa rata es una bitch. Bitch!!- Le grité prácticamente en su cara al rata mascarpone (porque tenía la piel tipo mascarpone)

La rata se ofendió muchísimo, se levantó y cruzó hacia el otro lado del bar.

-Se lo merecía por jugar así de sucio con los sentimientos del indio, que para colmo está bastante gordo por si no te habías fijado- la calva siempre añade detalles importantes a la conversación.

-Nos vamos- sentencié.

Salimos tan rápido del sitio que se me olvidó ir a hacer pis. Llegando a la Konsti (parada de metro, trenes y otras cosas) la calva se despidió como un torpedo y salió disparada al servicio. Yo en ese momento no sabía que me estaba meando, porque mi cuerpo es así, se reserva las cartas hasta tener una buena mano y arrasar. Esa mano llegó en cuanto llegué a donde tenía que coger mi metro.

-Seguro que la calva está intentando traginarse a alguien en los wáteres- desconfié. Porque como he dicho antes, la calva es mi mejor amiga. Bueno, la verdad es que antes no era ella, sino CC (Cindy Cervantes), hasta el día que descubrí que no era más una una mierda humeante en un calcetín de seda. Entonces la defenestré de mi círculo de amistades y puse a la calva en su lugar. Pero esa es otra historia que no viene al caso.

Subí a los servicios, conteniéndome a duras penas y pensando qué le iba a soltar a la calva para que se muriese de vergüenza allí mismo y desease colarse por el sumidero de los wáteres como el payaso de It. Pero la calva no estaba allí. En su lugar encontré a dos tios haciendo como que meaban, toqueteándose los pajaritos. Yo a lo mio, pensé. Pero al marcharme no pude evitarlo, tenía que girarme, tenía que verlo. Y lo ví, vaya que si lo ví. Uno de ellos no era más que un pervertido más, sobre todo porque era feo y tenía gafas, pero el otro, el rubio, era una cosa inaudita. Aquella visión me desequilibró. Como pude salí de esos wáteres sin pegarme con la cabeza en ningún sitio. No podía pensar. En todas mis neuronas se había instalado la imagen de ese rabo descomunal colgando al aire, tan cuidado y depilado, con aquellas bolas perfectamente en armonía con todo el conjunto, y esa cara de deseo lúbrico. Pero yo tenía que irme, tenía que coger el U7, ¿o era el U5?. Yo tenía que coger algo, por eso estaba allí, ¿no?. Los rusty nails no ayudaban nada a recuperar la concentración. Yo fui a la Konsti para coger, para coger, para coger ese rabo y llevármelo a casa fuese como fuese. ¡Eso era lo que tenía que hacer!

Estaba fuera de mí, estaba poseida, como hipnotizada: estaba enrabada. Allí entré, en los servicios de nuevo, sin pensar, sin saber el protocolo, ¿qué tengo que hacer ahora?. No me tuve que preocupar mucho de eso. El rabo salió del servicio nada más verme, porque ese rabo tenía piernas y otros miembros de menos interés, pero de cierta utilidad. Lo seguí. Era una caza furtiva, ¿pero qué era yo, la presa o el predador? Yo era la polilla, porque así es como creo que se debieron ver mis movimientos desde fuera. Yo era una polilla zurda buscándo irracionalmete la luz, o más bien aquel rabazo, aquel pirulí de Madrid. ¿Y si me dirigía a una muerte segura? No podía ponerme dramática (cosa que se me da, he de reconocer), estaba hebria de deseo y de rusties. Por fin se detuvo. El rabo, además de gordo y rubio era listo, porque en ese jardín no nos vería nadie cometer un delito de conducta indecente. Y fue muy indecente, la verdad sea dicha. Está mal que lo diga, pero creo que ese rabo no había encontrado en mucho tiempo alguien tan a la altura en materias diversas y muy aplicables a la situación.

El final, como el de otras muchas noches, el mismo: mi ropa interior a medio subir debajo de mi mono de leopardo, caminando deprisa a casa para enjuagarme la boca con todos los productos de limpieza que encuentre debajo del fregadero. Tumbarme en la cama para pensar en lo innecesario de toda esta historia, y al mismo tiempo en lo inevitable que ha sido....


Y sólo puedo decir, Úrsula, que tienes que empezar a cenar más fuerte.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Sábados

Hoy en el desayuno apenas entraba luz al salón y eso que casi era meidodía. He intentado repetir el desayuno que hacemos juntos cada sábado sin darme cuenta de que no podía salir bien, sin saber qué es lo que realemente hago cada sábado; ahora empiezo a tener una idea. No importa quién de los dos se ponga el primer pantalón que encuentre y salga despeinado a comprar a la panadería. Tampoco es muy relevante quién cargue torpemente la cafetera, la ponga al fuego y mire por la ventana de la cocina, intentando desperezar las ideas que aun siguen en parte descansando sobre la almohada. El suelo frio bajo los pies descalzos, el día que empiza con luz o sin ella, como hoy era el caso. Pero no estoy solo, comparto en silencio los ruidos de cubiertos golpeando vasos y platos, frases sencillas; hablamos, hablamos y no estoy solo.
Eso es lo que hago cada sábado, no tener que echar de menos, porque echar de menos es una forma gris y sin luz de comenzar el día, o quizá es que la luz está en su mirada, siempre en su mirada....

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Los cuartos vacíos

Las mañanas se le iban ayudando a la abuela, iba con ella a la compra y le elegía los tomates más rojos, cada día dos tomates, un pero, el periódico para papá. Las tardes las dedicaba a escribir, se sentaba en su escritorio muy tiesa y muy seria y rellenaba páginas y páginas de garabatos incomprensibles que más tarde enseñaba orgullosa a las visitas.
Yo nunca conocí a tía Lola, ni a la abuela, pero alguna vez estuve en el piso de la Carrera y me asomé a los cuartos de atrás que se mantenían cerrados, con las camas hechas y cobertores de ganchillo fino, sin una mota de polvo en las mesillas, en silencio, frescos, esperando que llegara algún nieto que revolviera los cajones o tía Lola a escribir. Y cada vez sentí una nostalgia heredada por ese tiempo en que aún había tranvías y sombreros, en que se cazaban bichas a la orilla del Genil, una lata de mantequilla era una cosa muy seria y la escarlatina un peligro real...

martes, 1 de julio de 2008

diecisiete, o veinte, o veintitrés

Qué delicia creérselo todo y pensar que cambiarás el mundo, que harás todo lo que te propongas, que las novelas son la vida, que los poemas se cumplen siempre.
Qué delicia las tardes de sábado en una casa ajena, pensando, riendo, inventando hasta la hora de salir.
Qué delicia sentarse en un portalillo en compañía, compartir sueños, seguir juntos para siempre, pase lo que pase.
Qué delicia tener recuerdos, haber tenido tardes de verano infinitas sin nada que hacer, con los pies en alto, noches con piruletas y amores fugaces, tacones de aguja insoportables y secretos por teléfono.
Qué delicia tener diesisiete años, o veinte, o veintitrés, pero sobre todo qué bien estar aquí ahora, saberos contentos y amados, ser felices y vivir aventuras que contarnos dentro de diez años.

miércoles, 4 de junio de 2008

Descubrir el rojo


No me di cuenta ayer, me he ido dando cuenta poco a poco, pero fue ayer, al ver su cuerpo moviéndose perezoso sobre la cama deshecha cuando entendí.

Yo he querido siempre rosas rojas. Perfectas. De tacto irresistible y color lleno. Pero no es la rosa la dueña del rojo, ni quien mejor lo representa. Hay amapolas de rojo ingenuo. Hay tomates de rojo turgente que esconden sabor y verano. Hay mejillas de rojo azorado. Existen también edredones de rojo cálido y sábanas de rojo íntimo. Veo ladrillos rojos que brillan al sol en fábricas señoriales de otros tiempos. Labios rojo Evita, labios rojo natural y orejas naturalmente rojas. Fresas que llegan una vez al año, visita roja antes del verano, antes de la sandía roja y de los aterdeceres encendidos en rojos, rojos colorados, dorados, saturados, mezclados.
Está por todas partes, está en todo, y no sólo en los ramos de rosas que tan poco a menudo se compran. Ahora entiendo. ¿Quién quiere esperar a que le traigan rosas rojas, cuando la belleza del rojo le desborda por doquier? ¿Quién quiere la idea de lo perfecto, cuando lo perfecto te rebosa por los cuatro costados? Y todo es obra de un cuerpo, de una cara mojada en sueño que me mira y me pregunta si es muy tarde. No es tarde, ¡qué va a ser tarde! Es justo la hora adecuada, la hora de empezar a entender.

lunes, 5 de mayo de 2008

El Clan

Fuera no había nada más que algunos faros volando en dirección contraria, o el resplandor de una gasolinera medio cerrada ya. El aire estaba algo cargado y la chica de mi izquierda, aún vestida con su uniforme de trabajo, roncaba ligeramente con la cabeza apoyada en la ventanilla.
En un incómodo asiento de un autocar lleno de gente, de murmullos en lenguas ajenas, de razas extrañas y algunas pieles más oscuras, más parecidas a mí, primos seguramente, o vecinos de generaciones, entré en una extraña comunión con el resto, una especie de conexión ancestral, la seguridad deliciosa que produce el saberse rodeado de iguales en una noche oscura, el no estar solo en el viaje, el murmullo de voces despiertas que acompañan a un sueño dulce y sin preocupaciones.
Pensar en cosas como la diferencia entre alma y espíritu me provocan siempre alteraciones de la percepción...

miércoles, 23 de abril de 2008

Recortes antiguos que se caen de tu bolso cuando buscas la tarjeta de un amigo semi-millonario


¡Qué razón tienes!
Cuando sabes lo que quieres te pones a hacer planes sin darte cuenta, porque es un instinto, porque en cuento encuentras el fin ves que estabas rodeado de medios. Pero esos medios, qué obvio me parece ahora, sólo pueden configurarse en un plan cuando hay un fin, cuando se sabe lo que se quiere.
Yo hoy quería comer pato; una idea sencilla y bien formulada. Las compras quedan canceladas, derecha e izquierda dejan de ser alternativas y se convierten en rumbo fijo. Unos minutos después el milagro se ha obrado, empujo la puerta de uno de esos locales cochambrosos del Chinatown de Londres, donde los patos asados cuelgan en la ventana. Estaba rico, muy rico, en parte, porque es justo lo que quería. Saber lo que se quiere no es una solución a nada, no desenmaraña el ovillo, pero te da una punta, un cabo del que tirar. Y tirando se llega a saber lo que se siente, lo que se anhela, lo que se extraña, lo que harás mañana, lo que quieres escribir, lo que es.

martes, 8 de abril de 2008

A mí me gusta...

Por ejemplo, esos días en que no se distingue la nieve de las margaritas nuevas.
O tener una ventana al desierto en la pared de mi oficina.
Que las cosas se arreglen solas.
Bajar al Fútbol a comer chocolate con churros para desayunar y que haga calor pero haya sombra.
Que mi tren llegue a su hora y luego se pare en mitad de la vía para que yo pueda leer más rato.
Una tortilla liá con atún en escabeche.
Caminar al ritmo de una canción que sólo escucho yo.

Y a ti?

lunes, 11 de febrero de 2008

ombliguismo


No me considero el centro del universo, aunque, por derecho, me pertenece casi el 70% del mismo. Fue un regalo marital, aunque sin el diploma acreditado por USA que asegure que soy la propietaria de la "materia oscura". Quizás no tan oscura como quedó mi ombligo después de 9 meses de maceración, pero con la baba de caracol está quedando mucho mejor. Estos regalos deben hacerse así, nada de catorces de febreros ni porquerías de ese tipo. Algo espontáneo y sincero, sin acreditación de los yankis.
Lo de la baba de caracol es caso aparte. Es de esa clase de productos que requieren una atención especial-la baba que se le cae al bebé; la baba de su padre; la babilla soltada durmiendo en el cojín del sofá; la baba del ombligo que hace milagros...-Esta baba es que sirve también para ablandar las zonas óseas de la parte interior del cerebro. Esas que se quedan enquilosadas por engendros egoístas, por necedades pensadas, con tristeza y por miedo.
He usado esta baba sin conciencia de ello, menos de lo que quisiera, en ciertas ocasiones.
Es triste saber que no vas a poder encontrarte con alguien espontáneamente, que no vas a poderle hacer una visita sorpresa y comer pasteles del López mientras vuestros hijos juegan en el jardín escalonado de su casa.
La baba de la que hablaba reblandece tristezas fundadas en tristes pensamientos, y además, genera esperanza en los vínculos invisibles que son casi como Terminator 2 -el malo hecho de mercurio- Por eso, y está bien reconocerlo, hay veces que nuestro ombligo no es lo único importante: también lo es que las personas que quieres sean felices con quien desean. Y que se calcen un vestido de ensueño, y que sea una noche maravillosa, como de fred astaire y ginger roger, y que haya música celestial y las lagrimillas se nos salten de los ojos.
Esta baba, la que se cae, es la causante de muchos reparos para la comunidad de vecinos de mi edificio. El vecino de abajo ha sufrido de tantos recalos que van a indemnizarlo por humedades indeseables (que las deseables ya las quisiera el pobre infeliz) Y esto es que me ocurre últimamente tan a menudo... no hay más que verme babear contemplando a mi pariente, por no decir, de las 24h que paso con mi gusarapillo.
En resumidas cuentas, que el ombligo, que en su día fue tan venerado y alabado, debido a su coloración casi negra por la que ha sido requerida la intervención de la baba, hoy se puede decir que ha introducido el elemento baba en nuestras vidas, lo que ha generado efectos satisfactorios en el objeto de nuestro estudio.
Hasta más ver -espero que pronto-

lunes, 7 de enero de 2008

epístola de juan

...y un rayo violento cortó la oscuridad y dios pudo verlos y juzgó bueno lo que vio. Que sea amor y que fructifique, retumbó, y ella notó cómo dentro de sí crecía una risa con ricillos morenos y ojos verdes. Y así fue cómo de la nada cálida surgió la vida, cómo de él y de ella se hizo uno sólo, cómo sus caricias hicieron la voluntad que nos trae a este mundo...
Como decía mi padre, o la voz, o el rayo, o qué sé yo quién, no harás en esta vida nada más grande que un hijo, que prestarle a otro tus genes, tu saber y tu vida si fuera preciso. Acaso tallarás alguna piedra que perdure, pero poco más.

jueves, 3 de enero de 2008

a cuentas pasadas

A cuenta de la entrada "Otras veces" y sobre todo para hacerle justicia al comentario de un misterioso anónimo, me veo obligada a contar que sí, que hay días pestosos en que no te tomas el café de la estación, te esperan 1410 (sin broma) emails sin leer en la oficina, las bolsas de los ojos han adquirido unas dimensiones preocupantes y, en fin, todo se ve negro y huele mal.
Sí, señores, lo admito, estoy de capa caída, tengo frío y me duele la cabeza, me iría a casa en este instante si pudiera, me enterraría debajo del cobertor y dormitaría hasta la hora de cenar. O mejor, me enchufaría el cable catódico directamente en vena hasta que dejen de emitir Gran Hermano, o Perdidos cobre algún sentido...