La niña tonta se ha quedado calva. En realidad la niña tonta es muy lista, listísima, porque dibuja muy bien y ayuda a la princesa a restaurar un goya que vende desde hace cinco años. Ahora, además de las chaquetillas de perlé heredadas de la princesa y los pantalones de tergal que le compran en el mercadillo, lleva un pañuelo atado a la cabeza, para que no se note tanto que se ha quedado calva.
La princesa ha decidido que hay que hacer algo con esta calvicie y después de informarse bien y recaudar abundantes fondos para la causa, ha llevado a la niña tonta a un médico especialista en calvicies producidas por el estrés. Una eminencia, en realidad.
- Esta niña está calva, no cabe la menor duda.
- Ya lo decía yo, ¿te lo había dicho o no, niña, que estabas calva?
La niña tonta calla. La eminencia, sin dejarse arredrar por un caso tan fuera de lo común como lo es éste, le ha diagnosticado un cuadro complejísimo de un montón de cosas innombrales y ha recomendado su incursión sin demora en un programa experimental en Ginebra. Ante esta papeleta, a la pobre princesa no le quedó otra más que llorar amargamente su mala suerte y dirigirse a su siempre adorada bienhechora, la dama parroquial.