domingo, 13 de noviembre de 2016

Constante cosmológica

Habíamos quedado directamente en el restaurante, ése de enfrente de la estación, el que hace esquina, pero podríamos haber decidido citarnos en cualquier otro sitio. La cafetería del centro que hace crêpes por las tardes, el portalillo de Gerardo que no se llama Gerardo, el chino de la calle de detrás de la facultad o un bar de modernos en Huertas. Habría dado igual. Habría sido también lo mismo que en lugar de verte esperar en el semáforo a través de las ventanas de un autobús que cruzaba se hubiera atravesado un grupo de turistas japoneses, o la procesión del Silencio. Igual, te habría visto. Y posiblemente no seas quien eras cuando nos conocimos, ni yo sea quien era, pero cuando te miro, aunque pase el tiempo, aunque a veces no te entienda, o tú no me entiendas, o cambie el mundo entero y nosotros con él, te veo y te reconozco.

martes, 1 de noviembre de 2016

Siempre noviembre

Noviembre siempre entra con mal pie, no tiene otro remedio el pobre, pero aún sabiéndolo, yo lo sigo esperando con un poco de rencor. Me parece que la tiene tomada conmigo, que me apaga la luz a mi personalmente, que me llena el patio de niebla a mi sola, que me sopla exclusivamente a mi por el cuello del abrigo para llevarme temblando desde la puerta de casa hasta el buzón de la esquina. 
Noviembre, noviembre, como si fuera él quien me tiene manía a mi, como si fuera él quien se hace el loco, por no verme, por no pensarme, como si yo no fuera. Y luego llega el quince, y llamo a casa. Y me encuentro silencio, un rato. Luego una pregunta cariñosa, qué tal tú, bien, bien, ya bien. Y no es verdad.