domingo, 13 de noviembre de 2016

Constante cosmológica

Habíamos quedado directamente en el restaurante, ése de enfrente de la estación, el que hace esquina, pero podríamos haber decidido citarnos en cualquier otro sitio. La cafetería del centro que hace crêpes por las tardes, el portalillo de Gerardo que no se llama Gerardo, el chino de la calle de detrás de la facultad o un bar de modernos en Huertas. Habría dado igual. Habría sido también lo mismo que en lugar de verte esperar en el semáforo a través de las ventanas de un autobús que cruzaba se hubiera atravesado un grupo de turistas japoneses, o la procesión del Silencio. Igual, te habría visto. Y posiblemente no seas quien eras cuando nos conocimos, ni yo sea quien era, pero cuando te miro, aunque pase el tiempo, aunque a veces no te entienda, o tú no me entiendas, o cambie el mundo entero y nosotros con él, te veo y te reconozco.

No hay comentarios: