miércoles, 25 de febrero de 2009

06:45

A las siete menos cuarto es imposible saber qué traerá consigo el levantarse de la cama. Nadie sabe si el teléfono sonará a las siete y veinte sacándote de la ducha, si correrás por el pasillo descalzo para descolgar antes que el contestador, pegarás un resbalón y te convertirás en un húmedo y limpio cadáver en mitad de la entrada, tras golpearte la nuca con la cómoda nueva de Ikea. Nadie puede decirte si mientras te tomas el café encenderás la radio justo a tiempo para oír la pregunta de la semana, si serás el primero en llamar y dar la respuesta correcta y te marcharás a trabajar con un dinero inesperado que te llevará soñando hasta la oficina, a través de horas de tedio hasta las seis en punto.
Es difícil de decir qué pasará a las siete menos cuarto, aunque la mayoría de los días el teléfono no suena y la nuca queda intacta, tu cuenta corriente no recibe ninguna transferencia inesperada y el día te arrastra con lentitud casi insoportable hasta el momento de ponerse el abrigo y salir a la libertad.

jueves, 19 de febrero de 2009

Estrés

Anteayer cuando cruzaba el puente, miré un día más al río intentando ver qué me depararía el día; me molestó muchísimo lo que ví, y decidí que se acabó, que a partir de ahora será el río el que me tenga que mirar a mí cada mañana para ver su futuro y saber cómo torcer al llegar a la catedral o pasar bajo el puente con la inscripción en griego, si es que no quiere acabar perdido en el centro en hora punta de tráfico y pestilencia.

viernes, 6 de febrero de 2009

Completitud

Tengo un dedo herido. El dedo índice de la mano izquierda. Lo llevo vendado hasta la primera falange y me duele cuando rozo algo por no prestar atención.
Me gusta tener un dedo herido porque me obliga a tener conciencia de él: en la mano izquierda tengo un dedo índice. Y tener un dedo herido es infinitamente mejor que no tener ninguno.
Cada vez que me lavo las manos y he de hacer malabarismos para no mojarme el vendaje exagerado, el dedo dolorido me mira fijamente y me reprocha su situación. Y tan fríamente que me llego a preguntar si no lo estaré soñando, me dice con voz clara y firme: "Ten mucho cuidado, la próxima vez podrías perderme".