martes, 20 de junio de 2006

Obvio

Lo normal es no darte cuenta de que el vaso se está llenando. Se nota cuando el chorro está fresquito y calma la sed deprisa y también notamos cuando quema y deja parches de rencor rojo. Te das cuena de que hay sequías de días iguales e inundaciones de posibilidad y felicidad a tiro de piedra.
Pero nadie se preocupa del vaso, que se llena, que no para de llenarse. Ni siquiera lo hemos visto; pero un día, ¡un momento!, el agua corre, discurre y escurre y tiene que caer en alguna parte. Y entonces escuchas el goteo, lo ves sobre la mesa, demasiado lleno ya. Y la ves caer, ésa siempre la ves caer, despacio, sabiendo que tiene un próposito distinto de las anteriores; que cae para colmar el vaso y desbordarlo todo. Mantienes los ojos bien abiertos. Con ojos de mochuelo habrá que empezar a pensar qué se puede hacer con un vaso colmado y un chorro que no cesa, aunque parece que está bastante claro...

"Juegas al amor"

"Juegas al amor tú conmigo, juegas al amor tú conmigo, que tú no me amas, eso lo sé yo ... pero llorarás algún día, de lo que mas hecho tá repentirás..."

Hay que ponerle un tono agitanao y una música de rumba catalana. Me suena a Loles y Manuel o Antonio y Carmen. También a Corpus. A polvo que huele a albero y se mezcla con el rosa del algodón de azúcar y las tómbolas con sus peluches diabólicos, las pelotas esas de boxeador que dan puntos al golpearlas con gran fuerza y la máquina de cartón piedra que te lee el futuro inmediato y lejano.

El inmediato es sencillo, y el lejano también. Lo complicado está en el de a medio plazo. Ése no sale en el papel impreso bajo la boca de la máscara de piedra falsa en la que metes la mano: ése es el más temido y desconocido...

El chico que golpea la pelota mecánica que da un resultado, favorable o no, depende de la fuerza del golpeador, queda insatisfecho con el resultado. Las luces son de tantos colores imaginables. No parpadean. Como yo al quedarme pinchada en una señal descabezada de la primera salida de la carretera del pueblo. Sin parpadeos. Sin gritos. Sin sudor. De la nada surgen todos los Manueles y Antonios, partes masculinas de los dúos anteriormente citados, levantan el coche a peso, están morenos de la obra, los rizos largos de la nuca les caen por detrás de la cadena retorcida de oro.

Y, después de la obligada mención a estos merecidos héroes tan amables, debo citar la también merecida ovación al equipo nacional español en sus dos recientes apariciones en el mundial de fútbol de Alemania. No sólo ya por ver esas piernas musculosas y esperar al intercambio de camisetas del final, cuando se atisban los pectorales, tengo que reconocer, que hasta he saltado del sillón.

Y, resumiendo, lo de volver a mi tierra chica granaína parece que ha despertado mi sentimiento patrio, junto con el sentimiento mundano, que cada vez que mi amiga Susanne me cuenta el nuevo país en el que están, se me ponen los dientes largos...¡Me alegro de haber vuelto! Y me alegro de querer viajar mucho mucho, de ir a veros pronto pronto y de que todavía quede gente que merezca la pena, aunque alguna vez hayan jugado al amor mejor que al fútbol....

lunes, 19 de junio de 2006

experiencias

El martes me monté en un tren a las dos de la tarde, con asiento reservado, que si no te toca ir de pie, camino de una entrevista de estas modernas con tus pruebas psicológicas y tu convivencia. Estuvo bastante interesante, nada más llegar nos dieron a cada uno un abrigo de pelillo blanco y una diadema con orejas de ratón de laboratorio, nos soltaron dentro de un laberinto, y a observar. En cada esquina instalaron una mesita informativa con un observador dispuesto a contestar cualquier pregunta sobre tu futuro profesional, y al final, si llegabas a la meta, tenías premio: partido de fútbol en pantalla panorámica. Más no se puede pedir, me parece a mí...
Yo creo que esta fase la pasé bastante bien, soy una ratilla inteligente, y conseguí escaparme de los goles coreados. El problema gordo se presentó al día siguiente, cuando llegué sin desayunar y dispuesta a que alguien me invitara a café y lo que me proporcionaron fue un traje de buzo de tul turquesa y un pinchazo en el culo. Acto seguido, todos los aspirantes a "pringadillo técnico en el ámbito del a-nivel-de", sangrando como marranas en el día de San Antón, nos vimos empujados a una cuba de agua colosal, ocupada previamente por algún que otro escualo hambriento, medusas de las de agárrate y no te menees y creo que acerté a vislumbrar una hiena, con traje de buzo también, claro.
Total, que allí estábamos todos, con abrigo de pelillo y traje de buzo, sin oxígeno, recibiendo bocados a diestro y siniestro, pegando algún muerdo el que podía y sobre todo pensando, pensando muy fuerte: yo, qué coño hago aquí? Al final el instinto puede más que cualquier otra cosa y la mayoría sobrevivimos al trance sin más que algún arañazo más o menos profundo. Para los que no lo consiguieron, vaya desde aquí mi más sentido pésame.

jueves, 1 de junio de 2006

Too intense...

Algunos cuadros tienen dimensiones absurdas. Al igual que algunos discursos o algunas historias necesitan menos palabras, algunas ideas se podrían pintar en mucha menos superficie. Me pregunto por qué todos en la sala estamos "caminando el cuadro", porque me parece ridículo. Y ahora que lo pienso, el museo estaba demasiado lejos y la exhibición es demasiado rara. Rompo con el ritmo de pasos de museo, emprendo una huida que me choca de bruces con el de la perilla, que con cara de enfermera devota me pregunta: "too intense?" Y me lo quedo mirando como si me acabase de preguntar por los horarios del tren a Tokio. "No sir, it´s just too cold in here". Y es que era verdad, me estaba congelando de frio.