Los ninos nos roban el sueño, es cierto. Desde el momento en que conocemos su existencia o futura existencia, según definiciones, nos abandona el sueño tranquilo y regenerador. Cierto, no volvemos a dormir tan profunda ni tan largamente como antes, ni tampoco tan a menudo, todo eso se acabó. Se termina también la libertad como la conocimos y conquistamos en la adolescencia, ese decidir por y para nosotros, ese no dar explicaciones a nadie, no contestar a ningún por qué.
Borrón y cuenta nueva. La vida, como la conocíamos, como la diseñamos y deseamos, como la habíamos ganado, ya no existe.
Ahora existe un niño. Un ser egoísta e inexperto en casi todo, que aprende a ojos vista el arte de la, según muchos, manipulación y extorsión. Nuestra vida ha desaparecido y a cambio tenemos una especie de gremlin malo al que no queda más remedio que dar de comer varias veces durante la noche y que se vuelve así, por nuestra propia estupidez, más y más exigente.
Ahora existe un niño, ya no existes tú, ni tu trabajo, ni tu pareja. Un niño que además se empeña en convertirse en tu sombra y no dejarte desarrollar tu personalidad ni escribir en tu blog. Un niño que absorve tus pensamientos y no deja espacio, ni tiempo, ni fuerza, para pensar en nada más.
Acabo de entrar en la habitación de mi pequeño gremlin maligno. Duerme destapado, boca arriba. Me he acercado y le he besado el cuello. He podido notar cómo la sangre pulsaba en sus arterias, he oído el aire entrando y saliendo de sus pulmones, he sentido su sueño tranquilo, la vida que llena su cuerpecillo perfecto.
Qué absurdo añorar otra cosa.
domingo, 30 de junio de 2013
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