jueves, 11 de octubre de 2012

El tratamiento

Llevo ocho meses atada a una camilla metálica y sin moverme. Con correas en brazos y piernas, y con una especie de casco de piel que impide que mueva la cabeza. Ocho meses recibiendo visitas de gente que me inyecta cosas que me matan a trozos, ocho meses dejándome cortar, coser y tatuar, ocho meses expuesta a productos de mentes perversas que me queman y desfiguran. 
Hace ocho meses decidí que era lo mejor, que no quedaba más remedio y que no merecía la pena gastar energía en gritar o resistirse, así que llevo ocho meses sin ponerme histérica e intentar escapar. Cierro los ojos y pienso en cómo organizar el sótano para que quepa toda la porquería que hemos ido acumulando a lo largo del tiempo, pero los abro y sigo atada a la camilla y no hay manera de llegar al sótano ni mucho menos de organizar nada. Sigo tranquila, respiro y veo cómo, al subir, mi abdomen se coloca estúpidamente en el camino de un rayo que no le corresponde. Y se quema también. Dejo de respirar y todo está bien, razonablemente bien. Sigo planeando lo del sótano con los ojos cerrados mientras me canto a mi misma una canción de cuna, la misma una y otra vez, para no escuchar las voces de todas y cada una de las células de mi cuerpo chillando que me levante, que me arranque las correas, que les pida que paren.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La torre

La escalera de caracol es estrecha, con una torsión insistente que desafia la paciencia, a ratos incluso la esperanza misma de que tenga un final. Sus pasos van por delante de los mios, son esas zapatillas que anoche me parecieron horribles y ahora son simplemente sus zapatillas. Le sigo mientras pierdo el aliento despacio; no sé lo que hago pero tiene sentido porque lo estoy haciendo con él. Flashes de la noche anterior, piel, una cara en la oscuridad que me busca, que se entrega. Piel muy suave, perfecta, inmerecida. Sabemos que estamos solos, que podríamos parar en el escalón 95 y besarnos más, besarnos con besos de adolescentes o de incoscientes, pero esperamos. Mi mano, a la altura de sus gemelos se lanza bajo el pantalón y encuentra su piel, sigue ahí.
No sé si esto está pasando, he desaprendido que los besos podían ser tan llenos, que un cuerpo podía rendirme, que subir a la torre podía ser de este modo.
 
Empiezo a pensar, como siempre, tarde o pronto no sé, a deshora. Como siempre no encuentro el lugar bajo el sol, un lugar donde ni me queme ni me entre frio. Nunca he sabido encontrar el lugar perfecto para disfrutar del sol. Me olvido de él, dejo que me inhunde de nuevo la tristeza. Vuelvo a estar muriéndome por dentro. Así es como se debió de sentir Heidi cuando subió a esta torre para ver los Alpes.
 
Nos cubre de repente la luz del sol y Frankfurt, desde la torre de su catedral parece una ciudad más viva, con más calles y menos caras. Y sin quererlo busco la sierra, la Alhambra, mi motillo. No se ve nada de eso desde la torre de la catedral.
 
No sé a dónde han ido todos esas intenciones, todos esos sueños, toda esa posibilidad del todo absoluto. Sus ojos, verdes como jamás he visto, me miran y aunque no entiendo cómo, aunque es imposible, sé que me quiere como sólo un desconocido puede quererte. Aún nos invadiremos nuestros cuerpos antes de llegar al pie de la torre.
 
Y después la soledad...

martes, 20 de marzo de 2012

Notas para sobrevivir en una semana mala

Continuidad de cuerpos, ojos cerrados, pies chiquititos, pico de tortuga.
Pelito de lana.
Teta.
Olor a agrillo, piel con piel, una zarpilla agarrándome la molla de la barriga.
Pelito de lana, sin cejas.
Más teta.
Amanece y no me duermo, me gusta enterrar la nariz entre sus brazos y respirarla.
 
 

sábado, 25 de febrero de 2012

morirse

Morirse de repente,como se muere uno cuando lo atropella un trolebus o se lleva un tiro absurdo por estar en el lugar erroneo en un momento incoveniente es una faena, uno se va sin saberlo la mayor parte de las veces,sin despedirse y dejando muchas cosas sin arreglar. Esta man~ana me he encontrado con una postal antigua, escrita desde Bath, en la que me preguntaban sobre la negacion de la vejez y la muerte, pero creo que nunca llegue a contestar. El caso es que no creo que hubiera podido decir mucho sobre el tema, aun habiendo ya perdido personas muy queridas, pero la verdad es que la Muerte, la que de verdad importa y quita el suen~o y merece la pena esforzarse en negar, ignorar, pero sobre todo combatir, es la propia. Dado el caso, la de un hijo, claro, pero por suerte no lo es. Darme cuenta de esto, admitir y abrazar ese egoismo casi descarnado me ha costado mucho trabajo, pero es justo esa conciencia (absurda, irreal, pero imprescindible) de ser irreemplazable, la que me va a salvar la vida.

martes, 14 de febrero de 2012

la espera

Pasillo verde, frío, aséptico. Todo es verde manzana, como pulido, satinado. El aire es seco, paseado a través de un enorme entramado de tubos escondidos. Sillas. Sillas en ristra, de plástico con recubrimiento de lejía y brillo metalizado. Todo en silencio. La luz parpadea jugando al ritmo de mis pestañas. Nadie aparece. Nadie importante. El juego de los fluorescentes comienza un ritmo frenético. Los faros de un coche relampaguean las plachas metálicas que cubren cada jamba de las puertas lacadas. Se oyen constantes pitidos arrítmicos, sin melodía, sin contemplaciones, hacen de la espera una agonía desesperada. Los zuecos inmaculados pisan la sala. Ese olor a lejía alcoholizada abre un camino fácil a la anestesia. La cama articulada se coloca en posición de despegue. Se encienden los focos brillantes, rodeados de un áura de brillos plateados. La puerta se abre como si estuviera en un spaghetti western. La cama avanza contundentemente, la luminosidad nubla toda visión concreta. Una mascarilla acaba por ahogar esta espera.

Ahora a soñar con mis amados mares del sur...

san ballantines o qué es el amor

el amor

amor es que no te importe compartir el cepillo de dientes,
saber que un año más no tendrás ninguna rosa roja, ninguna caja roja de bombones

amor es compartir un día sí y otro también media de casa tarradellas medio quemada
entender que no hay otra forma de hacerla

amor es dejar el coche atravesado y arañado en mitad de la plaza de garaje,
sin reproches

amor es quitarse cuando más haga falta la piel vuelta como un calcetín y colarla en otro cuerpo, otros músculos musculosos, sentir en un cuerpo que quisieras que te perteneciera por siempre jamás

amor es algo que no tiene palabras que se puedan oir, porque están todas oidas ya

tantas canciones de amor, noches de amor, encuentros de amor, ciudades de amor, poemas de amor, novelas de amor, hacer el amor

qué es el amor si no eres tú...

viernes, 20 de enero de 2012

antes

Antes.

Antes, la palabra cariño me parecía una cursilería, mi vida no salía por mi boca, corazón era una piruleta de caramelo para resultar picarona.

Antes, podía llegar a retener 10 litros de orina por no levantarme a medianoche, por no salir de mi cama, por no interrumpir un sueño bonito.

Antes, miraba las estrellas o la luna sin sorprenderme, veía los árboles como árboles, los ríos como ríos, las calles como calles.

Antes, había sonidos o ruidos, sordos para mí. El llanto de un niño, la risa de un bebé, el ladrido de un perro.

Antes, tenía otros miedos, miedos absurdos que no tenía nada que ver con el miedo verdadero.

Antes, espontáneamente iba donde me decía el viento.

Antes, si me resfriaba, me resfriaba.

Antes, una peli de pixar la veía sin mantitas de carne y hueso.

Antes, todo era distinto.

Antes, era yo.

Antes. Antes. Antes.

Y ahora?