martes, 14 de febrero de 2012

la espera

Pasillo verde, frío, aséptico. Todo es verde manzana, como pulido, satinado. El aire es seco, paseado a través de un enorme entramado de tubos escondidos. Sillas. Sillas en ristra, de plástico con recubrimiento de lejía y brillo metalizado. Todo en silencio. La luz parpadea jugando al ritmo de mis pestañas. Nadie aparece. Nadie importante. El juego de los fluorescentes comienza un ritmo frenético. Los faros de un coche relampaguean las plachas metálicas que cubren cada jamba de las puertas lacadas. Se oyen constantes pitidos arrítmicos, sin melodía, sin contemplaciones, hacen de la espera una agonía desesperada. Los zuecos inmaculados pisan la sala. Ese olor a lejía alcoholizada abre un camino fácil a la anestesia. La cama articulada se coloca en posición de despegue. Se encienden los focos brillantes, rodeados de un áura de brillos plateados. La puerta se abre como si estuviera en un spaghetti western. La cama avanza contundentemente, la luminosidad nubla toda visión concreta. Una mascarilla acaba por ahogar esta espera.

Ahora a soñar con mis amados mares del sur...

2 comentarios:

sinuitt dijo...

gracias chatis

loreta_scars dijo...

las que tú tienes