domingo, 25 de septiembre de 2011

Amanecer del veinticuatro de octubre

En los últimos tres meses he visto bastantes amaneceres, el primero, el veintidós de julio, el último ayer, hoy seguramente no me lo perderé tampoco. El amanecer llega casi siempre después de muchos paseos por el salón, después también de cantar El pájaro Chogüí y alguna copla de Doña Concha y acompañado de un revuelo en el nogal. Podría tumbarme otra vez en la cama y cerrar los ojos y dormir una hora más, pero me quedo aquí, tomándome el café y mirando por la ventana del jardín, imaginando cuando Julia tenga unos años más y le cuente exactamente esto y ella me mire sin comprender, pensando seguramente que su madre está chiflada.

He recuperado los sueños, vuelvo a escribir, el bebé ríe.