lunes, 19 de junio de 2006

experiencias

El martes me monté en un tren a las dos de la tarde, con asiento reservado, que si no te toca ir de pie, camino de una entrevista de estas modernas con tus pruebas psicológicas y tu convivencia. Estuvo bastante interesante, nada más llegar nos dieron a cada uno un abrigo de pelillo blanco y una diadema con orejas de ratón de laboratorio, nos soltaron dentro de un laberinto, y a observar. En cada esquina instalaron una mesita informativa con un observador dispuesto a contestar cualquier pregunta sobre tu futuro profesional, y al final, si llegabas a la meta, tenías premio: partido de fútbol en pantalla panorámica. Más no se puede pedir, me parece a mí...
Yo creo que esta fase la pasé bastante bien, soy una ratilla inteligente, y conseguí escaparme de los goles coreados. El problema gordo se presentó al día siguiente, cuando llegué sin desayunar y dispuesta a que alguien me invitara a café y lo que me proporcionaron fue un traje de buzo de tul turquesa y un pinchazo en el culo. Acto seguido, todos los aspirantes a "pringadillo técnico en el ámbito del a-nivel-de", sangrando como marranas en el día de San Antón, nos vimos empujados a una cuba de agua colosal, ocupada previamente por algún que otro escualo hambriento, medusas de las de agárrate y no te menees y creo que acerté a vislumbrar una hiena, con traje de buzo también, claro.
Total, que allí estábamos todos, con abrigo de pelillo y traje de buzo, sin oxígeno, recibiendo bocados a diestro y siniestro, pegando algún muerdo el que podía y sobre todo pensando, pensando muy fuerte: yo, qué coño hago aquí? Al final el instinto puede más que cualquier otra cosa y la mayoría sobrevivimos al trance sin más que algún arañazo más o menos profundo. Para los que no lo consiguieron, vaya desde aquí mi más sentido pésame.

1 comentario:

loreta_scars dijo...

¡¡¡tenemos que hablar!!!