viernes, 6 de febrero de 2009

Completitud

Tengo un dedo herido. El dedo índice de la mano izquierda. Lo llevo vendado hasta la primera falange y me duele cuando rozo algo por no prestar atención.
Me gusta tener un dedo herido porque me obliga a tener conciencia de él: en la mano izquierda tengo un dedo índice. Y tener un dedo herido es infinitamente mejor que no tener ninguno.
Cada vez que me lavo las manos y he de hacer malabarismos para no mojarme el vendaje exagerado, el dedo dolorido me mira fijamente y me reprocha su situación. Y tan fríamente que me llego a preguntar si no lo estaré soñando, me dice con voz clara y firme: "Ten mucho cuidado, la próxima vez podrías perderme".

No hay comentarios: