miércoles, 3 de septiembre de 2008

Los cuartos vacíos

Las mañanas se le iban ayudando a la abuela, iba con ella a la compra y le elegía los tomates más rojos, cada día dos tomates, un pero, el periódico para papá. Las tardes las dedicaba a escribir, se sentaba en su escritorio muy tiesa y muy seria y rellenaba páginas y páginas de garabatos incomprensibles que más tarde enseñaba orgullosa a las visitas.
Yo nunca conocí a tía Lola, ni a la abuela, pero alguna vez estuve en el piso de la Carrera y me asomé a los cuartos de atrás que se mantenían cerrados, con las camas hechas y cobertores de ganchillo fino, sin una mota de polvo en las mesillas, en silencio, frescos, esperando que llegara algún nieto que revolviera los cajones o tía Lola a escribir. Y cada vez sentí una nostalgia heredada por ese tiempo en que aún había tranvías y sombreros, en que se cazaban bichas a la orilla del Genil, una lata de mantequilla era una cosa muy seria y la escarlatina un peligro real...

3 comentarios:

Tatus dijo...

... bonito.. muy visual lo de los cuartos, me ha gustado.. Por cierto, he visto que tengo competencia en los links ;).. tendré que seguir de cerca ese blog..

Klingsor dijo...

Me ha recordado mucho a cuando era chico y mi padre me llevaba a casa de la tía Carmelina: un bajo lleno de recuerdos de una vida, objetos que me parecían casi mágicos, de otro tiempo. Todo con ese olor a sombra, a quieto. Y la agradable sensación de no necesitar un por qué ni para qué, de pasear como por un sitio sagrado y hablar bajito. Una casa vacía, con olor a humedad y los suelos levantados, pero me encantaba ir allí con mi padre.

sinuitt dijo...

Qué angustia me da que mis hijos no conozcan la Carrera, ni oigan nunca la voz de su abuelo, ni les interesen tantas cosas que para mí son imprescindibles!