miércoles, 23 de abril de 2008

Recortes antiguos que se caen de tu bolso cuando buscas la tarjeta de un amigo semi-millonario


¡Qué razón tienes!
Cuando sabes lo que quieres te pones a hacer planes sin darte cuenta, porque es un instinto, porque en cuento encuentras el fin ves que estabas rodeado de medios. Pero esos medios, qué obvio me parece ahora, sólo pueden configurarse en un plan cuando hay un fin, cuando se sabe lo que se quiere.
Yo hoy quería comer pato; una idea sencilla y bien formulada. Las compras quedan canceladas, derecha e izquierda dejan de ser alternativas y se convierten en rumbo fijo. Unos minutos después el milagro se ha obrado, empujo la puerta de uno de esos locales cochambrosos del Chinatown de Londres, donde los patos asados cuelgan en la ventana. Estaba rico, muy rico, en parte, porque es justo lo que quería. Saber lo que se quiere no es una solución a nada, no desenmaraña el ovillo, pero te da una punta, un cabo del que tirar. Y tirando se llega a saber lo que se siente, lo que se anhela, lo que se extraña, lo que harás mañana, lo que quieres escribir, lo que es.

1 comentario:

indo dijo...

bueno, a mí no me gusta el pato... pero sé a lo que te refieres, aunque hace tiempo que tengo que pensar mucho esas cosas que me apetecen, ese cabo del que tirar en mi interior... pero cuando lo encuentro todo empieza a rodar. en otras rachas las cuerdas van cayendo a tus pies y siempre tienes un motivo y un rumbo. en fin... caminemos!