jueves, 20 de julio de 2006

La música se come los cuerpos


Ahí llega, chaquetilla negra con cuello Mao, camisa negra, más bien bajito, más bien joven, más bien insípido. Pelo rubio ceniza, uno de esos tonos sin vida, sin carácter, ojos vivos pero no especialmente bonitos, piel pálida, sonrisa tímida. Un aire de incomodidad rodeándole mientras aplaudimos, aún algo reservados, aún sin saber si lo merece, aún incrédulos, cómo podrá alguien tan pequeño, tan anónimo merecerlo.
Sin embargo menos de una hora después todo habrá cambiado, una hora después habremos visto sus manos volar sobre las teclas, habremos visto sus pies pisando los pedales en lo que parecen secuencias aleatorias, habremos oído su respiración alterada. En el tiempo comprendido entre un aplauso y el siguiente, ciertamente distintos, habremos sido testigos de una transformación casi alquímica y sin embargo reversible. Su cara sufrirá terribles convulsiones, con la mirada perdida en algún punto entre el frente del piano y el infinito el joven insulso sudará y resoplará, nos llevará casi de la mano a través de cadencias, acordes y ritmos inesperados. Todo en una especie de lucha de alguna forma armoniosa que le consumirá la energía vital, que le comerá por dentro, porque es la única manera conocida hasta el momento de producir esos sonidos, de despertar esas sensaciones: ofrecer el propio cuerpo en sacrificio a la diosa Música.
Cielos, qué Chopin.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes el nombre del pianista? Con tu crónica, me gustaría oir algo.

sinuitt dijo...

Eldar Nebolsin, es incluso más joven de lo que yo pensaba...

Anónimo dijo...

Mmmm.. está jodidillo encontrar algo.. aunque tiene web: www.eldarnebolsin.com y viene algún trozo.