domingo, 12 de noviembre de 2006

Con disculpas

Es simplemente así, no hay nada que hacer, cada día que pasa es un día más, cae sin remedio en una bolsa que parece que lleve en algún lugar íntimo junto a mis vísceras más preciadas, otra piedra más que cargar, otro peso inservible, otra punzada en una cicatriz que, demonios, cuándo querrá cerrarse?
Claro que no sólo son eso los días, también veo cosas por la ventana, la pareja de urracas, las luces de la oficina de enfrente a las cinco o cinco y media, cuando ahora ya es de noche, y gente iluminada, mirándome, diciéndome que quieren irse a casa, o que si tomamos algo después de salir, o puede que no me digan nada y sólo piensen en sus cosas, quién sabe.
El caso es que estos días parece que la piel se me pone más tirante y la bolsa de piedras pinchosas está más a flor de piel, y me acuerdo más y entiendo menos y no puedo evitar pelearme y chillar y patalear y creer y descreer hasta que una sobredosis de azúcar me sobrecarga las terminaciones nerviosas y me duermo embarcada en sueños absurdos, o con cinco años, recogiendo habas en el huerto o temiendo al pulpo de la piscina.
Luego la fase aguda pasa y puedo llorar con algo de serenidad y recordar su voz todavía y algún paseo juntos, o las sucesiones de números reales, sin aullar ni arrancarme el pelo, ni pellizcarme con las uñas sólo porque dolería menos.

2 comentarios:

Klingsor dijo...

"Lánzate sobre la vida como sobre una presa, pues su tiempo es efímero". Al Mutamid, rey de Sevilla.

Anónimo dijo...

Comenzar a escribir en una página en blanco. Volver atrás. Releer unos párrafos salteados. Tacharlos... Derramar unas lágrimas.