miércoles, 21 de enero de 2009

Artemisa

Duerme en el tren, en una esquina en el suelo junto a la puerta hacia el siguiente vagón. Ni siquiera la habría visto si no fuera por la moneda que se cayó de mi bolsillo, una sombra, un bulto vestido de negro, mitones desgarrados, un mechón de pelo brillante que asoma bajo el borde del gorro, negro también. Un piercing bajo el labio inferior le da aspecto de estudiante transgresora, una piel transparente y los ojos tristes pero valientes, de lo que es: un espíritu protector, una guerrera interestelar, una niña en un tren, que, por las noches, libra batallas sangrientas.

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