miércoles, 12 de agosto de 2009

conocer al señor Dietl

Matilde ya no se acuerda de cuándo llegó el señor Dietl, sabe que fue un verano, en pleno mes de agosto a las cinco de la tarde cuando lo conoció, ella arreglando los canarios en la ventana después de ver la novela, él bañado en sudor sonriendo de oreja a oreja. Buscaba un hotel barato, una pensión, un sitio donde darse una ducha y pasar un par de noches. Y fíjate, ni se sabe ya el tiempo que hacía de aquello, el señor Dietl se quedó y comenzó su propia dinastía de canarios, encontró una bicicleta todavía en uso en la placeta de los naranjillos y un trabajo mal pagado e incómodo de conserje de noche en el mismo hotelillo de barrio que le recomendó Matilde.
“Hija, yo creo que es gai de ésos, yo no le he conocido novia ninguna, y buen mozo es y listo, que mira cómo aprendió el español en un pis pas, sin clases ni nada, a fuerza de sentarse aquí las mañanas conmigo. Vamos, si no, no me lo explico.”
El señor Dietl vive en un bajo en una calle estrecha cerca de la parroquia en una casa antigua con rejas de hierro forjado en las ventanas. Allí cuelgan los pajarillos, felices de ver pasar viejas que van a misa, del sol que se cuela hasta sus jaulas, de los olores que van y vienen. Y allí se pasa él los ratos cuando no está en el hotel, poniendo agua limpia, colgando hojas de lechuga entre los barrotes, barriendo el mijo que tiran sin descanso.

3 comentarios:

gustavo alcala-zamora dijo...

Precioso relato, sinuit.
Alguna vez, paseando por el Zaidín, me ha parecido ver al señor Dietl. Salud, Gustavo.

sinuitt dijo...

Supongo que alguna vuelta se dará también por allí, aunque yo le sitúo más por San Matías...

Klingsor dijo...

A veces me gustaría ser un personaje de los que viven en tu imaginación, tan decididos, tan misteriosos. Saben siempre lo que tienen que hacer, viven en el sitio que tienen que vivir y hacen aquello para lo que han sido inventados. Tan claro, tan determinado...Y todo bañado de esa luz, la luz de los cuentos bien contados.