miércoles, 20 de enero de 2010

el discípulo

Dentro de mí vive un discípulo de mi propia existencia al que no consigo enderezar. Sus voces a veces apagan el brillo de las cosas más tiernas, las que, si te fijas, son el sentido de la vida. Contesta a mis súplicas, a veces me da un respiro, supongo que lo hará pensando en triunfos mayores, en días gloriosos, en noches de júbilo y en ocasiones especiales, para tenerme preparado un desfile de frases horrendas, de finales fatales, de catástrofes inevitables.
Es un discípulo de lo más indisciplinado, que tiene mucho genio, incluso se le podría llamar pasión, pero es una pasión incontrolada y desviada, lamentablemente hacia el lado funesto.
Últimamente me río de su patética visión de la realidad. Lo entretengo con carnaza que anima su voracidad destructiva y parece que anda más tranquilo. Dice tener todo controlado, me temo que guarda algo debajo de la manga, pero lo sorprendí el otro día disfrutando, tanto como yo, de lo simple y hermoso que puede resultar lo cotidiano.

1 comentario:

Klingsor dijo...

Me aterrrra. Sobre todo lo de la carnaza, porque no siempre uno discierne bien qué o quién es carnaza y acaba o bien arrojando margaritas a los cerdos o bien crucificando a un inocente a los postres...