No puede ser casualidad que yo le diga a mi hija las mismas palabras que mi bisabuela le decía a sus hijos, ni es casualidad tampoco que yo use los gestos que usaba mi abuelo con mi madre, o ella conmigo. No es casualidad que yo le hable a Julia de las cosas de que me hablaba mi padre y quiero creer que tampoco es casualidad que yo la mire con la misma expresión con que nos contempla Sol, la perrilla, cuando nos quedamos todos en casa una tarde compartiendo el sofá.
No es casualidad porque para decir el amor hay unas palabras, unos gestos, cosas que contar y maneras de mirar que aprendemos, con suerte, en nuestra cuna y que se transmiten de generación en generación y se trasvasan incluso de una especie a otra para criar hijos gorditos y cálidos, suaves y sobre todo felices.
4 comentarios:
Es curioso, justo hoy Marta ha empezado a reírse con las tonterías que le hago, las mismas tonterías que todas las madres hacen a sus bebés, y que yo siempre pensé que no haría porque soy demasiado "siesa". Y he pensado justo eso que describes, aunque como siempre, tú lo has expresado mucho mejor que yo. Un besazo.
Verdad que la primera risa es una impresión tremenda? Para mi fue como un bip llegado del otro extremo de la galaxia, un "te entiendo, me entiendes tú?"
el signo de la civilización... y de inteligencia. Absolutamente maravilloso. Como me alegro de que ahora compartamos esos momentos que enjugan todas las preocupaciones, sinsabores e inquietudes.
Te están esperando los churros, dice Coco que te diga.
Mil besos a Julia, que los entiende perfectamente, faltaría mas!
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