lunes, 3 de octubre de 2011

Flexibilidad

Hoy me siento apaleado. No acabo de entenderlo muy bien, porque seguro que J. también se siente apaleado, M. también y quizá E. y S. No tiene mucho sentido porque no creo que nos hayamos dedicado todo el día a darnos palos unos a otros como si fuésemos pulpos sacados del congelador.

Lo que más me fastidia es que además de apaleado tengo que contenerme, porque eso es relamente lo peligroso de sentirme apaleado, que me importa un pepino lo que piensen J, M, E. o S. Diría aún más, me importaría un pepino decirles en sus respectivas caras que me importan un pepino en este momento. Es el furor escarlata que nos inunda el iris a los miembros de mi familia cuando nos sentimos atacados y necesitamos contraatacar. Algo mucho más antiguo, por cierto, que los libros de Harry Potter, donde al malo también se le encienden los ojos en llamas cuando se mosquea. Mi hermano el mayor lo lleva haciendo desde que yo tengo uso de razón; debería haberle sacado el copy right y quizá ahora estaría forrado....

Hoy en día todo el mundo va por ahí de flexible por la vida: "No es problema, soy flexible con la hora...", "sí, vale lo hacemos así, y si no nos llamamos y en un momento vemos cómo lo hacemos que para eso tenemos flexibilidad.", "soy flexible con las fechas...". Al final somos los que tenemos famas de inflexibles e inquisidores los que de verdad ponemos algo de nuestra parte, para que a los tapi-flex-ibles les cuadren todos sus planes y se vayan tan contentos a dormir después de un fin de semana de planes que han salido de rechupete gracias a su enorme flexibilidad.

¡Se acabó!, ahora me voy a volver flexible yo también, o lo que es lo mismo, que voy a ir a la mía y, por si acaso, no voy a salir de casa sin la caña de ablandar pulpos.

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