martes, 28 de marzo de 2006

Anouk

Anouk se despertó poco antes del amanecer, confusa aún por lo que había son~ado. Se había visto sentada en un espacio pequen~o, con otras personas, sentados ante mesas repletas de papeles, todos muy serios, todos muy callados, todos ban~ados por una luz fría y difusa, todo muy aburrido. El suelo, azul con manchas, cubierto de una especie de pelillo artificial, algunas plantas aquí y allá, secas, muertas, y sin embargo, sorprendentemente reales. Olor a goma de borrar, personas con ropajes estrafalarios y desde luego no muy útiles para correr entre los árboles, un lenguaje extran~o, unas sonrisas distantes.
El día comenzó claro y luminoso, como siempre cientos de seres peludos o plumosos, según cada cual, estaban ya esperándola, ansiosos por jugar. El mar seguía allí, meciéndose incansable, la arena, las palmeras, los pingüinos, y el oso polar, todos habían llegado ya para celebrar el principio de la primavera.

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