miércoles, 3 de mayo de 2006

tiempo de bodas

Por insólito que parezca existen especímenes extraños que deciden hacerse novios. Novias de engendros como mi compañero de viaje de anoche. Personas sin escrúpulos que arrugan una bolsa de plástico blanca haciendo un ruido espantoso durante más de 6 horas seguidas. Aparte de comunicarse por el móvil, creyendo tener un walkie-talkie; de gritar carcajadas en mi oido cada vez que la película lo merecía; abrir las piernas hasta ocupar buena parte de mi asiento y el suyo más que de sobra...me sorprende que un personaje así tenga una novia a la que llamar una docena de veces durante el trayecto y decirle "cariño". Supongo que será la envidia, pero sólo de pensar en esa barriga blanda, formando dos o tres vueltas, según si el ángulo en el que se siente es más obtuso o agudo; en esos pelos pinchudos saliendo por la nariz sin unas malas tijeras que los corten; y en esas gotas de sudor brillante que ,puede, fueran las responsables de ese hedor como a pies y cebolla...al final terminarán casándose, hasta con hijos guapos. Pero las historias de novios de autobús no sólo son tan bonitas como ésta. Aquella pareja sentada sobre sus mochilas, apoyada sobre la pared mugrosa de méndez álvaro, se parecían tanto a dos periquitos en una rama de la selva amazónica, con sus chándales de colores chillones y sin despegar los morritos...Aparte están esos que no sabes cuál es el que se marcha, y apuestas por uno, el que ves más triste, el que se aferra al otro; unas veces ganas, y sí, era ella quien acababa subiendo esos 3 ó 4 escalones, quien buscaba el nº del asiento, la que se despedía con la mano y con la otra apartaba las lágrimas.
La verdad es que los novios me encantan. Me encanta verlos en sus disfraces blancos y negros, con el velo, la pajarita, los gemelos y el ramo. Paso por los escaparates de sueños y cada vez me gustan los trajes más blancos y virginales, con más encajes y escotes, los que tienen más capas y más pedrería. Y para ellos, ya me parecen graciosos hasta los que van de plateado, que no se diga. Y es que no hay nada como una boda, propia o ajena, en la que te puedas disfrazar a gusto y con el beneplácito social, en la que te hartes de comer y beber en un hotel de carretera y te toque la orquesta "antílope" una de esas versiones de paquito chocolatero tan apreciadas por el público.
Señores, señoras, es tiempo de bodas, váyanse buscando traje...¡de lo que sea!

1 comentario:

Klingsor dijo...

Quizas por no haber tenido nunca, lo de los novios y las novias me causa una curiosidad tremenda, casi enfermiza. A veces pienso que lo que mejor me vendria seria buscar una pareja normal, muy normal, ni muy atractiva ni muy inteligente, en una ciudad de las de sin mas, en Kaiserlautern. Todo normal. Tener que coger un tren un par de veces al mes para cumplir con un ritual de normalidad y rutina. Discutir por una llamada hecha 13 minutos despues de lo acordado o un almuerzo mal elegido. Y a lo mejor, depues de tanta normalidad, rebosando ya de rutina y aburrimiento, me daria cuenta por fin que esta bien estar solo. Que la espera no tiene tantas sombras ni tantos picos; que la q va con la u, y solo con ella sabe sonar a algo, a querer...
Antonio Gala deberia salir de una vez de mi cuerpo, el tiene el suyo propio, y ademas, yo no tengo pull-overes echadizos ni un perro de cojin.